lunes, 13 de septiembre de 2010

Entre profecías y dientes de lanza


En la noche del viernes, Telefe estrenó una película como cualquier otra. Una tribu que se enfrenta a animales, como también a bestias salvajes que, casualmente, son de su misma raza. Leyendas, profecías y una historia de amor. Sin olvidarse del momento de dar el gran paso: dejar de ser un niño para ser un cazador. Pero esto sucede en una época que no muchos cineastas se permitieron explorar o se atrevieron a representar.

10.000 A.C.
cuenta la travesía de D’Leh -interpretado por Steven Strait- un joven cazador de mamuts, que luchará para asegurar el futuro de su tribu. Fue dirigida por el alemán Roland Emmerich, creador de otras superproducciones como 2012 y El día después de mañana. Cuenta con los hermosos paisajes de algunas zonas de Nueva Zelanda y de Sudáfrica, como la República de Namibia.

Las imágenes y aún más las acciones prevalecen por sobre las palabras. Por eso, la historia -narrada por el actor egipcio Omar Sharif- no es muy difícil de comprender, pero es mejor no perder ningún detalle de vista. La banda de sonido, obra de los compositores Harald Kloser & Thomas Wander, es armoniosa y crea un clima ideal que permite transportarnos hacia una época desconocida para muchos.

Quienes vieron la película 300 –del director Zack Snyder–, podrán reconocer una escena que es similar a la protagonizada por Leónidas –interpretado por Gerard Butler–, referida a un enfrentamiento entre el personaje principal con un ser Todopoderoso.

Fue un éxito de taquilla que recaudó 92 millones de dólares, aunque la crítica la ubicó entre las peores películas de 2008. Tras su estreno en el país el 6 de marzo de ese año, 589.192 argentinos la vieron en el tiempo que estuvo en la cartelera de los cines. Durante su emisión el viernes, el canal midió 9.4 puntos de rating.


Tal vez lo más prometedor de esta película, una aventura para disfrutar en familia, sea la gran trayectoria y el reconocimiento de su director, ya que una parte de su elenco fue seleccionado entre actores poco conocidos. Aún así, los espectadores pueden disfrutar de una versión suave de la historia (o prehistoria) de una tribu en tiempos de cacería de mamuts y taparrabos.

La sutileza corre por cuenta de la escasa violencia y prudencia en las escenas de mayor acción. Una de las críticas más comunes entonces fue la “falta de sangre”. Por mi cuenta, sorprende la visión de Emmerich, al mostrar a una sociedad en verdad civilizada –aunque primitiva–, en la que prevalecen valores tan importantes y atemporales como la familia, la amistad y el amor eterno, así como el interés por el bienestar de la comunidad.

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